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Domingo F. Faílde y Dolors Alberola
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ÍNDICE

  • 2.- Bibliografía. Artículos, reseñas, estudios, sobre los autores.
  • 3.- Galería fotográfica
  • 4.- Poemas de Domingo F. Faílde
  • 5.- Poemas de Dolors Alberola

No creo en las poéticas. Como declaraciones programáticas, casi nunca se corresponden con la escritura. El poema me induce continuamente a replantearme su origen naturaleza, evolución, etc., e incluso a cuestionarme como creador. Subrayo, de este modo, mi creencia en la libre inspiración y el trabajo tenaz, riguroso y consciente, en los cuales se forja el estilo, ese elemento mágico y singularizador, sin el cual la poesía fuera reiteración de lo nombrado, mera fórmula física, retrato sin alma. Siempre albergué esta idea, que el tiempo y la experiencia han ido enderezando hacia el espacio de la emoción.

Domingo F. Faílde

Agua es la palabra, pero deja con sed. La sed que no se apaga entre sus sobrias formas. Zahorí de los signos, precipito mi mano hacia esa fuente, para no escuchar, no decir, no ver jamás el poema buscado.

Dolors Alberola

En lo que sí parece coincidir la crítica es en “el constante alegato contra el poder que aliena y contra aquéllos que aceptan sin más su tiranía”. De modo que no parece que haya salvación posible y mucho menos final feliz en la poesía y en el discurso de Domingo Faílde. Bien es verdad que el gran compromiso del poeta se ubica frente al texto, pero la educación sentimental de Mayo del 68, a la que irrevocablemente pertenece nuestro poeta, ha dejado huellas indelebles en su particular concepción del mundo, por más que las contradicciones existenciales, estéticas e ideológicas sean parte esencial del eje constructivo. Añadimos una capa más: “La poesía de Domingo Faílde edifica una teoría de la nostalgia, sin olvidarse de ir trazando un diagnóstico escalofriante de la infinidad del hombre, que se resiste, pese a todo, a que el fuego haya sido inútil cuando fue, otrora, tan extenso e ilímite el resplandor”. Es muy cierto que el vitalismo, la melancolía, la tristeza, el sentimiento de inutilidad y fracaso de toda una generación, -la que se abrazó a Mayo de 68, (con todos sus errores y también con todos sus aciertos)-, configura en su casi totalidad el poema final.

Alberto Torés

Se escribe para la memoria que, desgraciadamente, ha muerto –teniendo en cuenta la anulación del fenómeno tiempo, o sea, llamando “es” a lo que “será”-. Mientras no hagamos la paz y comamos del amor, el tiempo no cobrará vida y la posteridad será el infierno o la nonada que levantemos juntos. Se escribe para sabernos hombres. Se escribe para retornar al original de la imagen, para copiar al dios de cada uno, para amar con sonido, para hacer testamento y, como dijo Anaïs Nin, para exorcizar, a veces.

Dolors Alberola

Pero lo más notable, sin embargo, reside en su tratamiento del espacio y el tiempo. Se ha dicho con frecuencia que la obra de Dolors Alberola prescinde de uno y otro como marcos o coordenadas a-priori de la experiencia: Todos los hechos acontecen en sincronía. Es la vida, por tanto, un sistema perfecto, en tanto que pensado por una inteligencia ordenadora, a cuyos designios todo se enderezase. Y lo mismo sucede con el espacio.

Domingo F. Faílde

Su obra surge del silencio, como el musgo del frío y de la lluvia. No es verdad que el hombre anónimo –ese que pasa como sombras por la calle- sea feliz ni es más sabio ahora ni lo será mañana. Alguien ha de decir que todo esto es una impostura. Que la cultura no puede ser cómplice de la ignorancia. Faílde lleva años dejándonos una obra estricta, exacta, lúcida, aunque cordial y sentidamente humana. Yo profeso adoración a su persona y admiración por su obra.

Antonio Enrique

Yo he disfrutado mucho leyéndome en los otros. Originariamente, disfruté leyendo lo que no tenía claro que había escrito; luego, disfruté cuando, al pasar el tiempo, recordé que olvidaba mis textos, que no sabía quién los había transcrito con mis dedos, quién empujó la luz hacia un teclado oscuro, quién dijo lo que yo decía y por qué exactísimamente me lo dijo a mí, que no podía escucharle porque mi mano iba trazando otros caminos y las letras formaban sus mundos paralelos. Luego, disfruté, viendo qué dijo él, el que me levantó el poema en una lengua nueva. Me miré en sus ojos, me vi en su forma de verme, me adiviné en su mano, en su lengua –la que no domino-, en sus detalles mínimos, en su voz, que no era robada y, sin embargo, reconocía como mía y ajena. Me salí de mí misma, me fui otra.

Dolors Alberola

Desde un yo emotivo y personal [Domingo F. Faílde] pulsa las teclas de su particular partitura ante la realidad y nos traslada a un mundo pesaroso y amenazador en el que hasta los símiles reproducen su imagen verdadera o distorsionada de un escenario que no se está dispuesto a aceptar...

Francisco Morales Lomas

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